domingo, 28 de junio de 2009

CUENTOS PARA PRÍNCIPES Y PRINCESAS (2ª parte)




“Hace mucho, mucho tiempo la tierra fue atacada por los dragones guardianes de las mazmorras del emperador “Chagas, el Cruel”. En su castillo de ciento treinta plantas rodeadas de murallas de fuego al sur y nieve al norte habitaban estos dragones de alas enormes con cientos de pinchos ardientes que se extendían hasta su colas; en sus cabezas se erguían crestas llena de serpientes venenosas y las garras de sus patas lanzaban bolas de hierro fundido en forma de calavera. En las cimas de los torreones hacían guardia los “Cedencieros”, pequeños gnomos que fueron desterrados del bosque mágico por quemar los árboles que sombreaban sus aldeas. Y corría el rumor de que en los sótanos húmedos se escuchaban las cadenas de un monstruo horrible, engendro de un perro del infierno y un ave noctura de ojos rojos. Su nombre era “Mansum” y deambulaba cada día y cada noche portando toneladas de carbón para fabricar el fuego que lanzaban los dragones.

Éste fue el reino que construyó para sí mismo Chagas, después de muchos años y del esfuerzo y esclavitud de muchos otros a quien capturó.

Después de la dura y fiera batalla de los dragones, sólo quedaron algunos humanos que vivían en las cuevas de arcilla que se escondían tras los arbustos densos y floridos de los bosques que habían escapado del fuego. Sus casas eran pequeñas, muy pequeñas, pero acogedoras. Aunque no tenían ventanas, dentro se mezclaban todos los colores del arcoiris repartidos en cortinas de lino, en flores que llenaban los jarrones, en peces dorados, azules y verdes, en tambores hechos con pieles violetas y naranjas. Y bajo el calor de las chimenes se agrupaban los humanos, criaturas perfectas, esculturas que gozaban de movimiento y de todos los sentidos que se les había otorgado para gozar y disfrutar de los milagros del mundo.

Entre aquellos humanos nació y creció Blas. Aunque apenas cruzaba el umbral de la hombría, su juventud le había proporcionado la serenidad y la vitalidad necesarias para alentar a su pueblo. Un chico de aspecto gallardo y fuerte, con tez morena y ojos oscuros que escondían la bondad que intentó arrebatarles el emperador cruel.

Los humanos eran famosos por sus fiestas, al menos un día lo fueron. Celebraban la llegada de cada estación preparando fuentes de carnes y frutos junto con rojo vino de las uvas que nacían hermosas de las parras trepadoras. Sus cánticos eran una gloria a la vida, a las etapas de año y a la llegada de la fortuna y de la felicidad. Bailaban hasta el ocaso y sus voces nunca se apagaban mezclándose con las risas de los más pequeños y con los vítores de los mayores. En ese pequeño mundo que había quedado de los vestigios escondidos de las criaturas aterradoras la vida adquiría el significado que un día tuvo. Todo era amor y de él se desprendían vahídos de generosidad y de actos compartidos en una comunidad de amigos y hermanos.

Los días se deslizaban con suavidad bajo un sol cálido y las noches eran menos frías en los llanos. Una corriente de aire puro y de agua viva recorría las faldas de aquel pueblo liberado. No existía el dolor, ni la pena, ni el arrepentimiento, ni las dolencias de las almas enfermas. Las mentes eran claras y los corazones puros. Mañana no podía ser distinto al día de hoy y la armonía de las horas era la tendencia de la rueca incesante que formaba sus vidas.

Una tarde de septiembre, entre los tonos rojizos de un sol que se escondía tras la cuna de la luna naciente, un aullido que helaba la sangre trajo una noticia que nadie esperaba; resonó en los bosques, en las montañas, en los llanos, en los páramos, nadie podía frenarla:

- “Chagas ha capturado a la hermosa Diones, a la hija del historiador. Dormía plácidamente la mañana del domingo en su lecho de nácar cuando uno de los demonios del dictador entró por la ventana sin llamar; pronunciando palabras en otro idioma, la tomó de pies y manos sin alejar de ella el sueño; la ató a su espalda y agazapado en la balaustrada de su terraza, se lanzó al vacío hasta casi rozar el suelo, despareciendo tras una nube espesa y negra. Las aves blancas traen mensajes de auxilio, porque la hermosa Diones llora tanto que la tierra de su balcón está empapada. Los gritos silenciosos que lanza al aire llegan a los animales de nuestra tierra y ellos los traen hasta nuestros pies para que podamos liberarla. Un jilguero anoche pasó volando sobre nuestro cielo y dijo entre sollozos que la vida de la joven se le escapa”

La confusión se mezclaba con la pena de todo un pueblo que se lamantaba.

- “¿quién?, ¿quién se adentrará en las cumbres infranqueables y la retornará a casa?”

Ajeno a todo llanto, Blas labraba su campo, como cada mañana. Entonces,de pronto, entró su madre hundida en lágrimas sosteniendo en su mano y pañuelo de la joven que atrás había quedado. Le explicó a su hijo toda la desgracia del rapto y su fundió con él en un amargo abrazo.

Blas y Diones habían creido juntos, habían aprendido los inicios de los mayores imperios, las letras de los libros, los sonidos de las flautas y el aspecto y la vida que manaba en cada flor y árbol. Habían sido compañeros en aprendizaje y juegos, pero ahora ella no estaba.

Dejando sus aparejos de labranza, Blas corrió hasta la plaza del pueblo. Lo que encontró heló su joven sangre:un padre y una madre hundidos en la desesperación de una sola huella sobre un barrote blanco de su balcón. Después, nada. Todos temblaban y ante las palabras desgarradoras de aquellos padres escondían la cara. Todos temían a Chagas y a sus criaturas. La joven estaba perdida, nadie podría salvarla.

En un arrebato de rabia contenida, Blas salió al centro de aquel grupo de asustados paisanos y alzando la voz entre aquellos sollozos ahogados exclamó:

- “¡Iré yo!”

Silencio. De pronto silencio. Tras unos minutos, la caricia de una mano sobre su mejilla,

- “gracias, muchacho”

La madre ahora lloraba agradecida y, aunque sabía que aquella hazaña era imposible, en su rostro se dibujó un rasgo de esperanza. Entonces los hombres de aquellas cuevas y casas sacaron armas labradas, con letras hechas en fuedo, a golpe de martillo y mazo.

- “No, no necesito nada. Si me atrapa Chagas o alguna de sus criaturas no habrá arma que los detenga. Mi ingenio y mi destreza serán mi única arma”

(continuará)

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