viernes, 19 de junio de 2009

ayer estuve en Granada, en la consulta de la homeópata pero al final hicimos un cambio de planes, decidí que no quería hablar de nada, no era el día.
Después estuvimos dando una vuelta por el Paseo de García Lorca y nos fuimos a tomar algo. Es increíble el ambiente que hay allí, la cantidad de estudiantes que te encuentras en todos los rincones: tirados sobre el césped, sentados en las terrazas con las carpetas sobre la mesa, frente a sus cañas en vasos congelados, hablando en grupos en cada esquina... y siempre parecen mucho más felices que tú.
Sentí mucha nostalgia, muchísima y entonces me pregunté cómo pueden cambiar tanto las cosas. Es asombroso cómo se complica la vida incluso cuando las cosas van bien. Nos volvemos mucho más serios y de pronto la vida tiene una cara mucho más dramática. No sé si es porque perdemos las relaciones sociales o por las responsabilidades del trabajo, de la familia... lo que está claro es que al final cambiamos, para mí ése es el problema incomprensible, que todos cambiamos.
Tal vez ahora nos aferramos más a lo malo que traen las circunstancias y nos permitimos muchas menos cosas que nos hacen sentir bien. Pero supongo que no hay nada irremedible en esto.
Esa nostalgia te hace recordar y pensar en muchas cosas y a veces, sólo a veces, te despierta algo dentro.

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