martes, 8 de septiembre de 2009

SOLEDAD




Después de mucho tiempo me doy cuenta de que la soledad no es algo externo a nosotros, no depende ni de las circunstancias ni de las personas que nos rodean. Es un estado emocional y mental. La verdad es que desde hace mucho he ido descubriendo cómo todo es un estado emocional. Y estoy convencida de que nada es casual, sino que todo tiene un motivo, algo que escondemos en el fondo de nosotros y que apenas nos lo contamos a nosotros mismos, como si enmudeciendo consiguiéramos que no exista, pero existe y siempre duele en algún punto muy dentro.

Las oportunidades pasan de largo. Algunas las agarramos fuerte y otras se van para no volver, como el viento. Volverá otro viento y seguirá siendo viento pero nunca será el mismo. Así ocurre con todo aquello que se nos va, quizá vuelva algún día, pero un espejismo de lo que fue, nunca volverá lo mismo, con su mismo aspecto y bajo la misma piel.

Supongo que la mayor frustración es sentirse solo, sentir que tu forma de ver el mundo, de concebir la vida es sólo tuya y que apenas hay lazos que te unen a los demás si no son aquéllos que se basan en las simples palabras amables y diplomáticas, en un alegre "buenos días" o en risas entre copas.

Y es entonces, cuando piensas que estás solo en mitad de un mundo abarrotado de gente y de experiencias, cuando llega esa sensación de abandono y de frustración que intentamos suplir con pequeñeces y con sueños de lo que pudiera llegar a ser. Buscamos ilusiones efímeras que se escapan entre los dedos como el agua y al final nunca nos llegamos a sentir satisfechos. Por ese motivo hacemos y deshacemos, por el mismo motivo por el que a veces nos acercamos a gente con la que no compartimos nada, sólo para hablar y llegar incluso a ese punto de seducción que nos hace sentir que existimos, que alguien más nos ve. Pero el mundo sigue resonando de fondo y siempre habrá más vida por descubrir.

Cuando tenemos la necesidad de seguir buscando y la certeza de que la vida va mucho más allá de nuestras fronteras es cuando nos sentimos solos.

Quizá la solución estaría en convencerse uno mismo de que siempre hay algo nuevo que puede llegar a ocurrir y que, mientras tanto, la vida transcurre, tal vez no como planeamos, pero sigue su paso. Tal vez lo mejor sería observar las circunstacias y hacerse un hueco entre ellas, integrarse en ese murmullo incensante que constituye la vida, en aceptar que lo que vemos es como es y que quizá así sea perfecto, sólo tenemos que descubrir qué papel tenemos en todo esto y disfrutar de ello, de las grandes hazañas y aventuras y de los pequeños detalles del día a día; saber que las personas siguen ahí fuera y que, tengamos la relación que sea, hay que disfrutar de cada minuto compartido, ya sea delante de un café helado o entre las sábanas; aprovechar lo que existe, lo que se nos presenta, lo que vemos y tocamos... disfrutar de la vida, que al fin y al cabo no es otra que nuestra vida; si no nos sentimos vivos la vida deja de existir, aunque los demás sigan.

Si uno se acepta a sí mismo y todo aquello que lo rodea considerará que el mundo no es un lugar vacío y hueco, sino una paleta llena de colores oscuros y claros.



No te dejes llevar nunca por las ilusiones infundadas ni por los espejimos de lo que buscamos y esperamos. Aprovecha cada instante por lo que es, no por lo que quieras que sea.

1 comentario:

Manuel dijo...

Poco hay que añadir que no hayas apuntado. Definitivamente me quedo con eso de que la soledad es un estado de ánimo, aunque añadiría que, a veces, viene provocada por un exceso de ego. Para cuando notes que no quieres estar solo, pero muchos te dan la espalda, mira a tu ombligo, espejo o donde sea. Algo falla en ti, quizás creas estar en el centro del mundo, tener la razón en todo, pensar que los demás están equivocados... Mi consejo: humildad, ceder de vez en cuando, compartir cuando tienes algo, etc.

Dedicado a cierto amigo.